La RSE es voluntaria y necesita de instrumentos de gestión.
Va más allá de la obligación ética, es un modelo de gestión que aspira a impactar con sus decisiones en la economía, en la sociedad y en el medio ambiente.
Se trata de una contribución activa y voluntaria desarrollada a partir de un plan de RSC que garantiza su sostenibilidad.
En el 2011, la Unión Europea la definió como la responsabilidad de las empresas en sus impactos con la sociedad.
La responsabilidad social empresarial o corporativa es una forma de gestión que se define por la relación ética de la empresa con sus stakeholders (grupos de interés externos e internos) y por el establecimiento de metas empresariales compatibles con el desarrollo sostenible de la sociedad.
Así como los árboles frutales se pueden plantar desde la semilla y en su proceso de crecimiento desarrollan raíces, ramas, hojas y frutos, las acciones de RSE, para dar fruto, también necesitan someterse a un proceso.
En primer lugar, los proyectos de RSE parten de un reconocimiento de la función social de la empresa. Para que sean válidos necesitan de objetivos sociales, de políticas y planes. Asimismo, necesitan de: responsables, diagnósticos, proyectos de comunicación, indicadores de gestión, memorias de sostenibilidad. Sin estos instrumentos, todo esfuerzo se queda en buenas intenciones.
Las principales responsabilidades de la empresa residen en los trabajadores y con la comunidad en la que operan.
La Responsabilidad Social Empresarial Interna se visualiza básicamente en dos prácticas. La primera está relacionada con el impacto y la gestión de cambios tecnológicos y organizativos. La segunda se refiere a su preocupación por garantizar a sus stakeholders internos (empleados) un entorno de trabajo saludable y seguro.
En este sentido, se dice que la responsabilidad social de la empresa tiene dos dimensiones:
Sea cual sea la dimensión en la que participe, todos los grupos de interés tienen unas necesidades comunes, que son: